“Corre Lola corre” se presenta como un ejemplo de hacer cine próximo a la narrativa digital, tanto en el modo en que el film es concebido, como en sus aspectos formales. Toda la película constituye una especie de complejo collage de secuencias, imágenes y sonidos, en el que el tiempo y el reloj son elementos esenciales. La protagonista dispone de sólo 20 minutos para conseguir una suma de dinero que salve la vida a su novio y es precisamente este apremio temporal lo que constituye el principal argumento y a la vez le da fuerza narrativa, a lo que contribuye la música de la banda sonora que le imprime un ritmo vertiginoso al conjunto. Pero no hay treguar en ningún momento y se combinan diferentes técnicas visuales como la presentación de imágenes a alta velocidad, las secuencias cortas en diferentes escenarios o la inclusión de dibujos animados. Se emplean fragmentos en blanco y negro para los flashbacks (como sucede en la película 21 gramos, o en magnolia) intercalados entre la conversación sincopada de los protagonistas. El efecto Kuleshov parece emerger del inexpresivo primer plano del padre de Lola contrapuesto a la carrera a contrarreloj de su hija, destapándose sórdidas historias familiares. Abunda el empleo de frases repetidas que, de manera insistente, acentúan la crudeza de la historia que gira en torno a Lola, como se pone de manifiesto en el recurrente travelling en el que la protagonista permanece en el centro de la pantalla mientras que la cámara gira a su alrededor reflejando el mundo que la circunda. En definitiva nos encontramos ante un conjunto ecléctico y dinámico en el que se integran diferentes técnicas y medios para crear sensaciones.
«Vidas cruzadas (1ª parte y 2ª parte)” (“Short cuts”) de Robert Alman, igual que la película anterior, es un collage en el que su director deja traslucir su convencimiento de que la vida es un puzzle o mosaico repleto de historias que conviven en paralelo o entrecruzadas constituyendo una trama compleja. En esta película 8 historias, tratadas de diferente manera (cómica o trágica) coexisten en un trabajo, en cierto modo amorfo, carente de un guión convencional. En esta ocasión el guión es fragmentado en piezas que deambulan erráticas, que se conectan y desconectan en un sórdido universo. Hay una sensación general de pesimismo en toda la película como si Alman tratase de reflejar un mundo –en este caso el americano- de completo caos que sólo puede ser descrito mediante un ejercicio narrativo de historias entrelazadas que al final sólo conviven y se interpretan desde la mente del espectador.
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